Maksim lleva casi 10 minutos arrodillado sobre los fríos adoquines grises. Vestido de uniforme militar, permanece inquietantemente inmóvil frente al mar de pequeñas banderas de Ucrania que rodean la plaza de la Independencia de Kiev, la capital del país. La conocida como plaza del Maidán es ahora un altar en el que conviven ofrendas a los caídos en la actual guerra a gran escala contra Rusia; su fase anterior, la de Donbás, en el este ucranio, y en las protestas europeístas, por la democracia y contra la corrupción de hace una década. La que muchos llaman la revolución de la dignidad o Euromaidán supuso un giro crucial en la historia de Ucrania. El país trató de salir del paraguas de influencia del Kremlin y consolidó su viraje hacia Occidente, que hace una semana cristalizó con la apertura de conversaciones de adhesión a la UE.
Un viraje que Rusia no toleró y todavía trata de revertir por la fuerza. Muchos en Ucrania consideran la guerra a gran escala, que va camino de cumplir 700 días, como una fase más de la lucha contra el imperialismo de Moscú. La fase más sangrienta.
Aquellas manifestaciones plagadas de banderas de la UE —que Rusia considera un “golpe de Estado”—cambiaron la vida de millones de personas y fueron uno de los primeros pasos más firmes, dice Oleksandra Matvichuk, hacia el club comunitario del país, que se independizó de la Unión Soviética en 1991. ”Desde entonces el cambio se ha consolidado, las reformas han tenido éxito, es por eso que Rusia inició la invasión a gran escala, porque entendió que estábamos por el buen camino y perdería la última oportunidad de mantener el control sobre Ucrania”, señala la abogada especializada en derechos humanos, que encabeza el Centro para las Libertades Civiles de Ucrania, galardonada con el premio Nobel de la paz el año pasado.
El Euromaidán, que alumbró un nutrido tejido de la sociedad civil, de organizaciones de derechos humanos y de entidades de lucha contra la corrupción, sacudió la vida de Matvichuk y la de otros millones de personas, como Maksim, entonces universitario y hoy recién llegado del frente de batalla de Donbás. “Esa fue mi primera protesta. Salí a la calle por un futuro mejor, por unos valores democráticos. Ahora lucho contra el mismo enemigo, Rusia, que quiere demoler mi país, pero lucho con un arma”, dice el militar atusándose la barba picuda. Rehúsa dar su apellido. En dos días vuelve a primera línea. En ese océano de enseñas amarillas azules, los colores de Ucrania, Maksim ha colocado una que reza: “Serhii no te olvidamos”.
En diciembre de 2013, miles de personas salieron a la calle para protestar contra la decisión del presidente prorruso Viktor Yanukóvich de no firmar un acuerdo de asociación con la UE, tras una visita a Moscú en la que fue debidamente aleccionado. La movilización, que rápidamente se fue transformando en multitudinaria, fue la puntilla de un descontento contra el Gobierno y su corrupción que se había ido cociendo durante años. La decisión sobre el acuerdo europeo fue la mecha que terminó de prender una protesta que significó mucho más, dice el historiador Oleksandr Zinchenko, que también participó en las manifestaciones. Cree que la raíz de la invasión rusa de febrero de 2022, que ha derrumbado la arquitectura de seguridad europea, se remonta a la independencia de Ucrania. E incluso a antes.
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“Nuestro camino hacia la UE comenzó con el colapso de la URSS, cuando la ciudadanía aspiró a ser parte de la familia europea”, sostiene Hana Hopko, otra de las líderes del Maidán y diputada entre 2014 y 2019. “Antes de la revolución de la dignidad se desarrolló la revolución naranja [en 2004]; durante años los ucranios hemos reforzado nuestras identidad, y somos europeos”, remarca.
Las movilizaciones en la plaza del Maidán derivaron en batallas callejeras. Después, en la lucha entre facciones, en represión policial. Hubo un centenar de muertos “bajo las banderas de Ucrania y de la UE”, recuerda Matvichuk. El prorruso Yanukóvich huyo a Moscú. La ciudadanía que entró en su lujosa dacha (casa de campo) halló enormes riquezas, otro signo más de la corrupción rampante. Los activistas, que tomaron un lugar como ese para documentar delitos contra la ciudadanía y el Estado, propusieron hacer allí un museo de la corrupción.
Invasión de Crimea
Pero Rusia reaccionó. “Cuando tuvimos la oportunidad de hacer una transición verdaderamente democrática, cuando el autoritarismo colapsó debido al océano de dignidad, Rusia trató de detenernos”, dice la premio Nobel Matvichuk. En marzo de 2014, Rusia invadió Crimea y celebró un referéndum ilegal y con presencia militar, tras el que se anexiono la península ucrania. Mientras, alimentó la guerra de Donbás que, en 2022, dio paso a la invasión a gran escala.
Ucrania, que sigue recorriendo su camino hacia la adhesión a la UE, ha incluido en su Constitución la membresía de la UE y la OTAN como objetivos de política exterior. Desde entonces, el sentimiento de querer ser miembro del club comunitario ha escalado hasta el 95% de la ciudadanía, sobre todo tras la invasión a gran escala. Pero ese recorrido está siendo y será difícil.
El Gobierno de Volodímir Zelenski, que ha tenido que completar una serie de reformas estratégicas para lograr que se lance la apertura de negociaciones, tendrá que hacer muchos más cambios estructurales para asimilar el país a los estándares europeos. Aunque Matvichuk y Hopko, que conocen a fondo el engranaje de las reformas, aseguran que empezaron a lanzarse antes y que la conciencia de que eran necesarias despuntó precisamente ahí, en los corrillos del Maidán. Se ha avanzado mucho desde entonces, coinciden, gracias a la labor de las organizaciones civiles. Aun así, la ciudadanía sigue considerando, por ejemplo, la corrupción como una de sus principales preocupaciones y uno de los principales problemas del país.
“Hemos tenido durante años la tarea, primero, de tener éxito y defender nuestro país, nuestro pueblo y nuestra elección democrática de la agresión rusa. Y, segundo, de hacer una transición democrática para que el país esté preparado para tener éxito con todos los criterios de membresía de la UE”, asevera Matvichuk.
El Euromaidán fue uno de los momentos clave que “reforzó” la identidad ucrania, según cree Vladislav Maistrouk, que participó en las protestas y que hoy trabaja como productor de televisión. “Ucrania hizo su elección de no ser una autocracia como Rusia o Bielorrusia”, continúa, “de luchar por unos valores, que son los europeos también, y por nuestra dignidad. Ahora, cuando la guerra aprieta no podemos olvidarlo”.
Todos coinciden en que completar el camino hacia la UE no será fácil y será largo, pero también insisten en que las reformas que Bruselas exige son necesarias con o sin membresía comunitaria. “Cuando la revolución de la dignidad triunfó tuvimos otra tarea, casi más ambiciosa, la democratización, una transición progresiva hacia los estándares de la UE. Hablamos de reformas judiciales, de la educación, económica. Son muchas reformas, pero estamos en el camino correcto”, asegura Matvichuk. Y añade: “Lo llevamos haciendo 10 años y lo estamos haciendo con éxito, por nosotros, por nuestro futuro, por una cuestión de dignidad, no solo para entrar en la UE”.
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