Al nombrar el 9 de enero a Gabriel Attal como primer ministro, el presidente francés, Emmanuel Macron, recuperó la audacia y capacidad de sorprender de antaño. Attal, a los 34 años, es el primer ministro más joven de la V República. Esa fue la noticia en la prensa francesa e internacional. Pero también es el primero abiertamente homosexual. Y esta segunda circunstancia, aunque apareció destacada en algunos titulares internacionales (sobre todo en Estados Unidos), en Francia apenas mereció unos pocos artículos. Ni él lo destacó en su primer discurso ―sí, en cambio, su juventud― ni tampoco sus aliados y oponentes.
La noticia fue que no era noticia. Y esto tiene varios motivos. Attal no esconde que es homosexual, pero tampoco hace bandera de ello. No es un activista. Otro motivo es que los medios, en este país, suelen ser cautelosos al tratar la vida privada. Se practica una especie de derecho a la indiferencia que lleva a considerar que la orientación sexual del político no es relevante. Y no es el primero. Hay antecedentes en Luxemburgo, Irlanda o Bélgica. Hay ministros, alcaldes… Puede parecer casi banal. Que no sea noticia, más que el hecho en sí de que un homosexual gobierne Francia, sería el verdadero signo de que la sociedad avanza. Como si ya no importase.
“Todo el mundo se alegra cuando se elige al primer presidente negro en Estados Unidos o la primera mujer primera ministra. ¿Por qué, entonces, no íbamos a poder decir ‘el primer gay’?”, se pregunta Frédéric Martel, autor de libros como El rosa y el negro. Los homosexuales en Francia desde 1968 y Global gay. La larga marcha de los homosexuales. “Políticamente, no es muy importante, y no se le ha nombrado por eso”, admite. “Pero tiene un efecto simbólico. Cualquier joven que hoy tenga 13, 14, 15, 16 años, y que viva mal su homosexualidad, al menos esta información le hará sentirse menos solo, y es positivo”.
La organización SOS Homophobie ha celebrado que “ser homosexual ya no sea un obstáculo para el ejercicio de funciones de primer rango”. En un mensaje en la red social X (antes Twitter), añade: “Lo importante son los actos y las políticas”. La entidad le pide combatir la violencia contra personas LGTBI y garantizar la igualdad de derechos. En la publicación Manifesto XXI, Léane Alestra y Apolline Bazin, críticas desde la izquierda con Macron, van más allá: “No es motivo de orgullo que Attal sea el primer primer ministro gay, del mismo modo que sentiremos vergüenza si un día Marine Le Pen [líder de la extrema derecha francesa] se convierte en la primera mujer presidenta”.
Algunos han señalado, como una contradicción, que en el nuevo Gobierno de Attal figuran ministras como la titular de Trabajo, Sanidad y Solidaridades, la conservadora Catherine Vautrin, que hace una década participaba en las manifestaciones contra el matrimonio homosexual. El diario Médiapart tituló un amplio artículo sobre Attal: “El primer ministro es gay, pero no mucho”. Se le ha reprochado, desde el activismo, que no sea militante. Martel comenta: “Pienso que la gente tiene el derecho de exponer o no exponer su homosexualidad”. Añade: “Y no estás obligado a ser militante gay. La homosexualidad no resume toda la vida de uno”.
La homosexualidad de Attal se hizo pública en 2019. El responsable del outing, quien lo reveló en contra de su voluntad, fue un enemigo íntimo, el abogado Juan Branco, en su libro titulado Crepúsculo. Ambos habían compartido aulas en la elitista Escuela Alsaciana de París y en el Instituto de Estudios Políticos, la prestigiosa Sciences Po. Attal, entonces secretario de Estado de Juventud, lo confirmó en una entrevista con Libération. Y en la revista Closer, declaró: “Por lo que respecta a la homosexualidad, siempre he considerado que se podía asumir sin reivindicarlo. Me pregunto si llevarlo como bandera no contribuiría a hacer de ello una cosa anormal”. Dos años después, Le Monde publicó un reportaje sobre su relación con Stéphane Séjourné, estrecho colaborado de Macron y hasta ahora jefe de filas del grupo liberal en el Parlamento Europeo.
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Mientras ascendía en la política (portavoz de Gobierno, ministro de Cuentas Públicas, responsable de Educación…), su vida privada no era un tema de interés. Ni se mencionaba. Hasta que el pasado noviembre, en una entrevista con la cadena TF1 sobre sus planes contra el acoso escolar, explicó que, siendo adolescente, sufrió insultos homófobos por parte de otro alumno en la Escuela Alsaciana: “Fui al cine con una chica que a él le gustaba. Ese día él me dijo: ‘Te destruiré’. Se trataba de una orientación sexual supuesta, en esta época, porque no hablaba de ello”. No citó el nombre del acosador, pero se entendió que se refería a Branco, el autor de Crespúsculo. Branco, en la red X, dijo que no era verdad.
En el citado artículo de Médiapart, el sociólogo Hugo Bouvard analiza el modus operandi de Attal a la hora hacer pública su homosexualidad. Considera que es muy francés: “Sobre los políticos gais en Francia pesa una doble obligación: no esconderlo, porque el disimulo se vería como una falta de transparencia, y expondría al outing. Pero tampoco reivindicarlo, ni ser ostentosos, porque se estigmatiza. Attal lo asume sin reivindicarlo. No se esconde, pero se mantiene discreto”. Tan discreto que ha hecho falta que él fuese nombrado primer ministro, y su expareja de hecho, Séjourné, ministro de Exteriores, para que se supiese que “hace dos años” rompieron, según han publicado Le Figaro y otros medios citando al “entorno” del segundo.
La juventud de Attal sí ha sido comentada del derecho y del revés. Como recordó en la ceremonia de traspaso de poderes con su antecesora, Élisabeth Borne, de 62 años, el presidente más joven ―cuando Macron llegó al Elíseo, tenía 39 años― acababa de nombrar al primer ministro más joven. “Un símbolo de la audacia y el movimiento”, dijo Attal. Sumadas, las edades de Macron y Attal dan 80 años, uno menos que la del presidente de Estados Unidos, Joe Biden. ¿Francia como contrapeso a la gerontocracia estadounidense? La paradoja, según Le Figaro, es que este rejuvenecimiento tiene lugar en un país que envejece. El principal caladero de votos del macronismo son los jubilados, según los sondeos.
Aunque sea hoy menos relevante que la edad de Attal, el impacto de su orientación sexual va más allá de la anécdota, según el ensayista Martel: “Para alguien de mi generación —me acuerdo de cuando yo era militante político y gay, cuando todos teníamos pseudónimos y nos reuníamos en bares para no hacerlo en la facultad a finales de los años ochenta—, un primer ministro abiertamente gay era entonces inimaginable.” Martel concluye el libro El rosa y el negro con una cronología que reúne los hitos de la historia de los homosexuales en Francia. “No digo que su política vaya a estar bien o no, este es otro debate”, dice. “Pero el símbolo, se quiera o no, está ahí. Ha entrado en la Historia. Es el primer primer ministro francés abiertamente gay. En la reedición de mi libro, estará en la cronología con la fecha del 9 de enero”.
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